septiembre 14, 2010

¿Son todos iguales los niños argentinos?

A fines de agosto de 2010 conocí en Jujuy a Angélica Castillo (foto). Ella es oriunda de Lipán de Moreno, un pequeño pueblo de la puna jujeña, ubicado al oeste de Purmamarca, por el camino que desemboca en el paso internacional de Jama. A pesar de su juventud, su pueblo -que acaba de obtener el status de comunidad aborigen- la ha honrado con la responsabilidad de representarlo en las gestiones que hay que realizar para proveer a sus muchas necesidades. Entre los logros más importantes está la reciente creación de una escuela primaria, que el pueblo no tenía. Esta carencia provocaba que los niños debieran irse a más de setenta kilómetros para asistir a la escuela, desarraigándose y separándose de sus padres por meses. Ésto provocaba en los niños cambios culturales que atentaban contra la posibilidad de una educación y una crianza basada en los valores familiares y las tradiciones del lugar de nacimiento.
Luego de largas y difíciles gestiones que pusieron a prueba la perseverancia de los padres, la escuela fue creada. Funciona provisoriamente en un salón parroquial y un salón comunitario, hasta que pueda tener edificio priopio.
Ahora que la escuela es una realidad, quedan otros desafíos: por ejemplo, no tiene calefacción. ¿Puede un niño aterido de frío prestar atención al docente que le trata de explicar las matematicas? Esto lleva a pensar en la tan declamada igualdad, y no se tarda mucho en llegar a la nada nueva conclusión de que es un latiguillo que los políticos usan en su discurso hipócrita y vacío. Sin duda la Patria que comenzó a gestarse hace 200 años está muy lejos aún de ser un lugar en el que todos sus hijos puedan crecer y desarrollarse en igualdad de condiciones.

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